miércoles, 20 de junio de 2007

Chick Ferrari, capítulo 2


-¿Está seguro? –preguntó el hombre cuando Chick lo acusó del asesinato de su jefe.
-Amigo, no me gusta hablar por gusto. –dijo Chick apuntándole con la pistola. No es que sienta amenazado pero no puede quitarse la costumbre de explicar la solución de un caso con la pistola en la mano cuando su interlocutor es el culpable- Es obvio que mató a su jefe en la oficina o al menos en un lugar con oxígeno. Este tabaco lo delata. Luego al ver su rostro reflejado en esa calva resplandeciente no resistió la tentación de peinarse frente a ella. Ahí tiene un pelo suyo. Puede quedarse con él.
Mientras el subdirector recupera su cabello Chick concluye su exposición.
-Por cierto también se exprimió una espinilla.
-Genial. Yo desconfiaba de su talento pero ahora no tengo ninguna duda. Mis amigos me decían que si yo mataba a alguien usted me descubriría en menos de media hora. Así que hicimos una apuesta y lo demás puede imaginárselo.
A Chick le pasó como un relámpago por la cabeza la pregunta de por qué había escogido justamente a su jefe para la apuesta. Sin embargo prefirió ir a lo suyo.
- Y bien: mis honorarios...
-¡Oh sí!. Sólo que no podrá ser en yenes. Ya sabe, aquí en la luna nos pagan en rupias.
-¡Oh mierda! -exclama Chick y lanza un escupitajo con el que derriba una cucaracha lunar que pasa volando. Cuando llega al suelo la cucaracha ya es fósil. Mientras, Chick piensa que lo más seguro es que tras dos horas de viaje a la tierra las cotizaciones varíen y pierda un montón de dinero en el cambio. Entonces lo más conveniente será cambiar las rupias por pesos mejicanos y luego estos por yuanes chinos para después con los yuanes ir a Angola a comprar kuanzas. Kuanzas en mano iría a Colombia y compraría aguacates para finalmente venderlos en Reikjavik por yenes. Sólo así podrá evitar la devaluación de sus honorarios e incluso obtener alguna ganancia. Sin embargo eso equivale a pasarse el día dando viajes y alejarse otra vez de su portalito y su mate.
-¿Me puede decir como descubrió que el pelo y la espinilla eran míos?.
-Nada especial. Sé distinguir el ADN a simple vista. Me bastó comparar el del cabello que encontré en la cabeza de tu jefe con su información genética.
-Eso no es justo.
-Justicia. Esa palabra no tiene cabida en esta tierra -y añade señalando a su planeta natal - ni en aquella. Lo de detectar el ADN a simple vista es un don con el que nací y no puedo renunciar a él sólo por que un asesino me lo pida. Así que guárdeme el secreto y yo no le comentaré a nadie el asunto de la apuesta. Por cierto, ¿en qué consistía la apuesta?
-Nada complicado. Una cena para mis amigos incluido el whisky de reserva de la compañía. Muy fácil de cumplir ahora que soy jefe. Usted me entiende. El dinero manda.
-No se equivoque amigo. Esto lo hago para poder pagar una operación para que mi madre recupere la vista.
-¿Es ciega su madre?
-Sólo tuerta, pero sucede que tiene la nariz tan larga y desviada que le tapa el ojo bueno. Así que bastará con que le enderecen el tabique nasal.
-Debe ser duro eso. Espero que tenga suerte y todo salga bien.
Eso también espera Chick. De regreso a la Tierra, en su asiento de avión piensa en el momento en que su madrecita pueda verlo de nuevo. Una aeromoza se le acerca y le ofrece un trago.
-Un whisky cualquiera menos J&B por favor.
La aeromoza le sonríe mientras le sirve el trago, pero antes de que nada más ocurra, en el pasillo del avión se ha parado un tipo y ha empezado a gritar.
-¡Oigan bien, tengo una granada! ¡Si no hacen lo que les digo la haré estallar!
A Chick se le ha iluminado el rostro y exclama.
-¡Papá! ¿Eres tú?
(Continúa en el siguiente capítulo)

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