viernes, 3 de agosto de 2007

Boris en La Habana


Cortesía de Naday Balbuena un artículo de Humberto Manduley sobre un reciente concierto de Boris Larramendi, integrante de Habana Abierta en La Habana.


"Boris en el Almendares: Todavía amanece gratis"

(Para Albilio y El Erizo)

Por Humberto Manduley López

Con el recuerdo de su última actuación en La Habana, en enero de 2003, Boris Larramendi se apareció de nuevo en la ciudad, en plan "relax" familiar, pero con ganas también de repasar, ante el público local, lo más reciente que ha estado grabando y componiendo en Madrid. Frank Delgado lo invitó a su peña de los lunes en el Anfiteatro del parque Almendares, y se ajustó una presentación individual para el viernes 27 de julio.

Repartiendo el repertorio de la noche entre sus temas más conocidos, provenientes de sus distintas grabaciones (Habana Oculta, los 3 discos de Habana Abierta, y su debut personal Yo no tengo la culpa) más algunos estrenos, Boris se mostró como el eslabón "friky" dentro de ese reconocido proyecto de cantautores afincados en la capital española. Desde los días con el grupo Debajo hasta hoy ha transcurrido mas de una década, pero el componente visceral, propio del rock & roll, sigue subrayado en la mayoría de sus trabajos, junto a esa inquietante predilección por las melodías de los muñequitos rusos, que marcaron a toda una generación de cubanos.

Boris se dio el gusto de cantar, entre otras, su "Asere, qué volá", coreada y bailada por los presentes, como si el disco que lo contiene (el polémico Boomerang) lo vendieran en la esquina o sonara a tope en la radio. Nada de eso. Mucha circulación por la izquierda, mucha copia doméstica, mucha piratería bienvenida, ha asegurado un espacio en el gusto de un sector del público para esa y otras canciones. Por supuesto, corrosivas hasta la médula, no cuentan con el beneplácito de otros que se ponen a rabiar con ellas (sobre todo los eternos "delimitadores de primaveras") y pretenden tapar el sol con un dedo, aunque sigo sin entender "por qué se ponen así, si siempre fue así: ¿acaso no se daban cuenta?".

Canciones donde el ácido sulfúrico y una nada sorprendente mesura se codean, y el ritmo gana protagonismo. Atrás quedaron aquellos bolerones que Boris escribía ("Cuando todo te imita", "Silvia knows"); ahora el componente de guaracha, ligado a una actitud muy grunge, afloran con mayor fuerza. En todo caso, si algo me preocupa, es que se trata de un repertorio con peligro de esquematizarse en esa perenne invitación al baile y la sandunga, y no salirse de ahí. Temas donde la pachanga tiene un peso importante, pero sin olvidar el texto. Sucede entonces que, cuando el cantante interpreta algunas de sus obras más tranquilas, con otra estructura rítmica y diseño melódico, sin estribillos pegadizos, y una intención más lírica que lúdica, el público (o una gran mayoría), no le presta el menor caso. Eso, desafortunadamente, también pasó allí.

La equilibrada mezcolanza en que tumbaos heredados de Van Van alternan con la energía del rock (no es casual que uno de sus temas termine con el reconocido riff de "Smoke on the water") sirve cual carta de identificación para la propuesta actual de Boris. La apropiación, el choteo, el auto-chucho, la desacralización, los cuestionamientos, son el plato fuerte de sus temas. Fusiona sexo y política, relajo y reflexión. Hay rabia y muchísimo amor, desde esos textos que hablan el lenguaje de las calles (habaneras, madrileñas), y esas melodías tan fáciles de atrapar.

Quizás sea una etapa dentro del trabajo creativo de Boris, un paso más en su evolución como artista (aunque siga ejerciendo como "amo de casa" para Ivette y Adelita) junto a la inevitable adaptación a un entorno con otras características. En definitiva, el cambio se hace forzoso, y solo es necesario reajustar expectativas.

Muchos se divirtieron, jugando a hacer el ridículo feliz; otros disfrutaron a tope cantando y moviendo el culo, y hasta hubo quien descargó para atrás, porque para que el mundo sea mundo tiene que haber de todo. Pero creo que fue una fiesta colectiva con algo de caos, una catarsis para los sentimientos, moviéndose entre la alegría y la memoria, y colofón ideal para una visita que ojalá se repita pronto. Al final, creo que everybody lo pasamos very well.

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